Fotos: Cortesía de Don Mexicanísimo
Mario César Hernández López, mejor conocido como Don Mexicanísimo, es un artista daltónico originario de Xolostitla de Morelos. Los ambientes rurales, los barrios, las colonias populares y los pueblos donde más le gusta habitar forjaron su identidad, sus ideales y su estilo artístico. El sobrenatural mexicano, los diablos, la muerte, las calaveras, los dichos populares, los charros y los mariachis suelen estar presentes en sus obras satíricas.
El nombre Don Mexicanísimo, surge de un video en el que entrevistan al escritor Jordi Sierra i Fabra, quien menciona que para ser un artista exitoso solo hay de tres modos: nacer con dinero, heredar un buen apellido o construirse un nombre. Como él provenía de una familia obrera sin dinero y sin un apellido que lo respaldara, optó por la tercera opción; hacerse un nombre. Al pensar que sus apellidos eran los más comunes del mundo, llegó a la conclusión de que no eran mexicanos, sino mexicanísimos. Le gustó esa idea de sátira, burla y exageración, sobre todo al agregar el “Don”. Con el tiempo sintió que ese nombre estaba destinado a su persona, como si le perteneciera desde siempre. A sus veinticinco años considera que tiene toda la vida para llenarlo.
Su daltonismo no fue diagnosticado hasta los dieciocho, debido a que no le generaba problemas y, como él mismo señala, tenemos poca educación visual, de manera que muchas personas pueden llegar a la adultez sin saberlo. Por su forma de percibir el color, al principio se centró en el dibujo en blanco y negro, en tinta china y grafito. Después comenzó a enfrentarse a la pintura y al color. En lo digital se apoyó en herramientas como el cuentagotas, los códigos de color y los pantones.
“—El daltonismo ha sido una bandera que he portado orgullosamente. Por eso siempre digo que soy daltónico, porque creo que cuando eres artista y te enfrentas a tantas personas creando, las cosas que te hacen raro, único y diferentes son las que más debes agarrar y defender para que sean tu bandera ante el mundo. El daltonismo más que un defecto se convirtió en una de las principales características de mi obra. Creo que hubiera sido bastante aburrido que también el color se me diera y que pudiera pintar como quería en un inicio. Fue un punto de partida: saber que iba a tener un reto interesante por solventar a lo largo de mi carrera y que me iba a acompañar toda mi vida. Creo que el miedo es valioso porque te dice por dónde empezar. Entonces, si algo te da miedo, ese es el primer lugar que tienes que atender, y la gente y el tiempo premian la valentía. Tal vez esa cosa te asusta, pero el hecho de que te asuste significa que es importante y que es valiosa.”
Don Mexicanisimo empezó dibujando autorretratos porque su rostro era lo que tenía más a la mano y se le hacía mucho más cómodo que dibujar a otros.
“—Antes del arte no me gustaba convivir con otras personas, no hablaba, no sabía cómo mantener una conversación. Entonces, al momento de modelar, tenía una mirada muy tímida. Al inicio no me gustaba mostrar mis dientes ni mi nariz. Mis cejas, siempre fueron como un punto de inseguridad durante la adolescencia y ahora que soy artista se volvieron de mis rasgos favoritos, de las que más hacen que el dibujo se parezca a mí. Cualquier cosa que dibujaba le ponía cejas gruesas y se volvía yo inmediatamente. A veces hasta las exagero a propósito como un ejercicio de sátira. Por ejemplo, si pienso que mi nariz está grande, entonces dibujo una aún más grande, para que cuando la vean me digan que no es tan grande como creo. De esa manera ya no se vuelve algo que te preocupe.”
Además de su daltonismo, Don Mexicanísimo ha enfrentado retos en el ámbito familiar, ya que su papá quería que estudiara una ingeniería para asegurarle un buen futuro. Así que tuvo que enfrentarlo para decirle que no seguiría ese camino. Lo difícil es que hasta el día de hoy su padre no lo aprueba, a pesar de los resultados que ha mostrado. Pero no lo culpa, porque existe esa idea de que los artistas se van a morir de hambre. Don Mexicanísimo cree que justamente hay que pasar de largo y darse cuenta de que el arte mueve recursos, genera oportunidades y te permite forjar tu propio trabajo, lo cual es una bendición que no todos tienen.
Actualmente Mario César imparte clases de dibujo y pintura en el Centro de las Artes. Prepara un taller de grabado en la Fundación Arturo Herrera Cabañas y presenta el Proyecto Mitotero en sus redes sociales.
“—Mitotero surge de una parte muy oscura de mi vida, donde se quemó mi disco duro y perdí casi todo lo que había construido en tres años de trabajo digital. Después de cinco meses de incertidumbre logré recuperar esos archivos y justo entonces me di cuenta de que estuvieron a punto de perderse sin que nadie los viera. Por eso decidí dejarlos libres en mis redes como un acervo que responde a la idea de mostrar mi obra sin depender de la industria artística.”
También trabaja en El sendero, una exposición que quiere presentar en el Centro de las Artes junto con sus alumnos. Y para el siguiente año espera montar Forajido, la cual trata sobre un charro que recorre el limbo enfrentándose a todo lo que lo hizo ser él en vida, tanto lo bueno como lo malo. La historia toma un poco de Pedro Paramo, el Infierno de Dante, la vida de su bisabuelo Jerónimo y sus vivencias de ese periodo en el que sintió que debía esconderse del mundo porque había fallado y regresó a su pueblo para volver a conectar con todo lo que lo hacía sentir él mismo.
“—Creo que cuando hablas del purgatorio, hablas también de sanar tanto las cosas que te hicieron, como las cosas que tú hiciste. Es un poco todo lo que te cuestionas de ti mismo cuando algo sale mal. Se volvió como una carta de redención hacia mi persona.”