Por Danna Paola Hernández Canales
El arte se ha posicionado mucho más que solo un color en el movimiento LGBTQ+, ha estado históricamente ligado al poder y a lo que el pensamiento dominante consideraba social y moralmente aceptable. Entre los asuntos tratados por los artistas de todas las épocas apenas ha habido espacio para contenidos tan “contraculturales” como la homosexualidad; desde los retratos provocadores de Andy Warhol hasta los murales digitales de hoy que celebran la diversidad, el arte ha acompañado cada paso de la lucha por el orgullo, haciendo visible lo que durante siglos se ocultó.
ANDY WARHOL: EL BRILLO DEL DESEO OCULTO
Andy Warhol cambió la forma en que vemos el mundo y la forma en que el mundo ve el arte. Con su exhaustiva observación de las tendencias culturales, desde su ascenso a la fama del arte pop a principios de la década de los 60 hasta su muerte en 1987, identificó las imágenes y la estética que moldearon la experiencia consumista estadounidense de posguerra y transformó lo que vio en una obra sofisticada pero accesible.
Propuso nuevas formas de crear imágenes, expandiendo lo que se consideraba bellas artes, y también un nuevo tipo de artista, uno que fusionó arte y vida, y trató la pintura, la fotografía, el cine, la escritura, la publicación, la publicidad, el branding, la performance, el video, la televisión, los medios digitales e incluso su propia personalidad como terrenos igualmente válidos para la experimentación creativa. A menudo se pierde en su propia fama y mito el hecho de que es ampliamente considerado uno de los artistas de posguerra más importantes del siglo XX.
STONEWALL, 1969: CUANDO EL ARTE SE VOLVIÓ PROTESTA
La primera marcha o desfile del Orgullo se celebró el 28 de junio de 1970, coincidiendo con el aniversario de los disturbios de Stonewall. Se denominó marca del Día de la Liberación de Christopher Street y fue organizada por el Comité CSLD. Es en este momento en el que nacieron pancartas hechas a mano, con frases como “Gay is Good”, que llenaban las calles mientras la represión intentaba silenciar voces. El arte fue la forma más rápida y poderosa de decir: “Aquí estamos”.
La epidemia de VIH durante los años 80 y 90 manifestó los peores síntomas de un tiempo y una sociedad que ya estaban enfermos. Numerosas propuestas entre el arte y el activismo político denunciaron desde la primera persona y en colectivo las respuestas ofrecidas por las autoridades. Lo hicieron mientras sus autores trataban de sobrevivir.
Cuando los gobiernos dieron la espalda, artistas como Keith Haring y David Wojnarowicz respondieron con obras dolorosas y brillantes. El colectivo ACT UP transformó los gráficos en armas visuales. El icónico lema “Silence = Death” se convirtió en bandera.
DE LA MARGINALIDAD AL MAINSTREAM QUEER
En los 90 y 2 mil, el arte Queer se volvió más radical, más sensual, más diverso. Este movimiento pretende normalizar las relaciones sexuales y sentimentales para llegar a un mundo libre de prejuicios. Huyendo de los géneros (masculino o femenino), de las identidades (hombre o mujer) y de las orientaciones sexuales (homosexual, heterosexual, asexual, bisexual, pansexual).
El filósofo Paul, lo define como un movimiento de disidentes de género y sexuales que resisten frente a las normas que impone la sociedad heterosexual dominante, atento a los procesos de normalización y de exclusión internos a la cultura gay. Florence Ashley, activista trans, cree que este movimiento tiene que ver con el rechazo a las políticas de lo respetable, enraizadas en el capitalismo neoliberal.
Las fotos íntimas de Nan Goldin y los retratos de Zanele Muholi empezaron a mostrar una comunidad no solo que sufre, sino que ama, ríe y existe con plenitud.
A lo largo del tiempo, el arte ha sido una herramienta esencial para visibilizar, cuestionar y transformar las narrativas en torno a la comunidad LGBTQ+. Desde los sutiles guiños en la obra de Andy Warhol hasta los poderosos lemas gráficos de los años del SIDA, cada trazo ha contado historias de resistencia, amor y libertad. El arte no solo ha documentado la historia del Pride, sino que la ha construido, ofreciendo un espacio donde la diversidad florece y se celebra sin miedo.
Aprendamos de la diversidad, abracémosla con responsabilidad, con amor sin importar su orientación sexual o identidad de género, y recordemos que un mundo más justo empieza cuando dejamos de ver las diferencias como amenazas y comenzamos a verlas como parte de nuestra humanidad compartida.